domingo, 15 de enero de 2012

¿QUÉ PASÓ CONMIGO TRAS FINALIZAR LA SEPTIÉN?


René Cruz reporteando en la Álvaro Obregón. 1995

Ahora que vivo momentos de incertidumbre, al no saber a dónde me dirigiré laboralmente, tras mi casi finiquitada relación con el sitio web de una refresquera, donde soy editor; me recuerda los días cuando salí de la Carlos Septién García.

Tras la fiesta de graduación no tenía nada en concreto, no sabía de plano qué iba a pasar con mi vida laboral y personal, muchas noches pasé desvelado preguntándome: "¿valió la pena estudiar periodismo?".

En esos días tenía información de varios compañeros que ya habían entrado al mundo laboral de los medios, por ejemplo: César Segura estaba en Contenido, Miguel Álvarez en El Universal, Claudia Pérez en Radio Centro, Yahalí Bueno en Reforma, Marcia Vázquez en Televisa, Juan Manuel Ramírez en la XEW, Jorge Carbajo en Radio Fórmula, etc, etc.

Todas estas personas que mencioné desde la escuela ya trabajaban, o tenían un objetivo muy claro respecto a qué querían hacer con su vida. Yo de plano no sabía.

Al principio mi mayor intención era hacer una carrera musical, dedicarme al 100 por ciento a mi guitarra, yo me veía haciendo un álbum o tocando en auditorios, pero este sueño no era claro, en ese tiempo había tanta confusión en mi cabeza que no podía sentarme a hacer ninguna rola (como siempre lo había hecho en tiempos escolares).

Por otro lado, los gastos comenzaban en el hogar, mi hermana había entrado a la Universidad y era obvio que mamá necesitaba mi ayuda y mi padre, como siempre, había abandonado otra vez la casa. Así que no había de otra mas que probar los conocimientos adquiridos.

Me puse el traje que usé en la graduación y me lancé a pedir chamba, sin muchas esperanzas de encontrar algo.

Con el único antecedente de haber escrito unos cuentos en la revista De Par en Par , llegué y no sé ni por qué, al Centro de Entrenamiento de Televisión Educativa, donde lo único que me ofrecieron fueron prácticas profesionales, es decir sólo experiencia y nada de "varo".

Ahí me pusieron como jefe al tipo más alivianado, motivador y feliz que he conocido, al fotógrafo, maestro y comunicador Jesús Álvarez, que hasta la fecha sigue siendo mi amigo, y aunque lo veo poco, fue en esos momentos, como un padre para mí.

De inmediato se le ocurrió que fuera su corrector de estilo, debido a un proyecto de unas publicaciones que debía entregar. Sin embargo, corregí muy poco, porque nos la pasábamos más en la consola del estudio de televisión, donde recuerdo que llegué a musicalizar algunas de las prácticas realizadas por los alumnos de esa institución.

Como a Jesús no le gustaba estar en la oficina, prefería, en los tiempos muertos, estar con su equipo "cotorreando", y ahí hablábamos de la vida y sus múltiples posibilidades, con buenas reflexiones para seguir adelante. La
visión de Chucho de "hazlo", "aviéntate", "atrévete", "disfruta la vida", me impulsó con más fuerza a buscar una oportunidad en un diario importante.

Fue así como llegué a El Sol de México a pedir trabajo, una vez más, porque ya lo había intentado antes, pero el jefe de información me puso una humillada tremenda, que me hizo cuestionarme si deseaba continuar la carrera (recuerdo que lloré de vergüenza en el silencio de mi cuarto). Aunque antes me dijo, "infórmate, aprende a escribir y ven de nuevo".

Sólo que en esta segunda ocasión, regresé con saco y corbata, con mucha motivación, por los sabios consejos de Jesús -públicamente en estos momentos lo declaro mi mentor- y además con la presunción de que yo era un efectivo "corrector de estilo".

El jefe de información ahora me trató con más respeto y me mandó con el jefe de redacción, quien de inmediato me hizo un examen, porque necesitaba precisamente alguien que le "metiera mano" a los textos de los reporteros.

Sin embargo, Dios hizo una jugada de ensueño, de esas que no te esperas y estuvo así:

Un reportero de espectáculos llamado Ricardo Hernández estaba de vacaciones, quien fue precisamente el tipo que faltó a la conferencia de Kiss, donde yo me hice pasar por reportero de El Sol. (Aquí la historia completa). Y mi vida cambió completamente, de ser un egresado sin aspiraciones, ya tenía un trabajo en un medio grande.

A mí todavía me tocó el periodismo de espectáculos decente, con entrevistas donde sólo le preguntabas a los artistas cuestiones de su carrera y hacías el trabajo duro de hacer guardia en el teatro para entrevistar a los actores, y yo era el único ahí, no había nadie más. Fue un septiembre de 1994 extraordinario, nunca lo olvidaré; fue donde me di cuenta que tenía madera de periodista, de reportero, de redactor.

Al llegar Hernández de vacaciones, no sabía si continuaría o me dirían "nos vemos", afortunadamente decidieron contratarme, pero ahora en información general y no fue nada fácil, no es lo mismo buscar la entrevista de un actor a cubrir una nota de una marcha o chocar contra pared cuando los líderes sindicales, vecinales o de algún partido no te dicen nada, porque no eres "el de la fuente", no te conocen, no saben quién eres y es tu trabajo hacerte respetar. ¿Y cómo es eso? cuando metes notas importantes, y si son de ocho columnas, ¡qué mejor!

Hubo un día que eran las 2 de la tarde y no tenía nada de información, me dieron la fuente agraria y no encontré a nadie, y ya casi debía mandar mi adelanto de notas. Llegué a la redacción sin nada, tenía hambre pero era más mi preocupación que pensé: "me van a correr". Tenía ganas de botar todo e irme a mi casa, algo que hice cuando intenté ser ayudante de información en el diario La Prensa, cuando todavía estudiaba.

Pero otro ángel se apareció, la reportera María de la Luz Tesoro, quien al verme con mi cara de "necesito ayuda", de inmediato me tendió la mano y le hablo a sus contactos quienes me pasaron teléfonos y pude hacer entrevistas. Ahí comprendí otro factor clave que existe entre reporteros y es muy común, "ofrece la ayuda sin mirar atrás, Dios lo recompensará". Claro, siempre y cuando no arriesgues tu exclusiva.

Y lo demás es historia, duré más de dos años en El Sol de México, y comprendí que no sólo era mi carrera sino mi otra pasión, aparte de la música.

Todavía recuerdo mi "súper salario", 360 pesos a la semana, es decir, 1,440 al mes. Ya en mis últimos meses, ganaba 500 a la semana. "¡Guau!".

Alguna vez un tipo, en un trabajo que rechacé porque no me cumplieron en el contrato el sueldo que habíamos pactado, me cuestionó el salario que gané en El Sol y aseguraba que la única forma de vivir con ese dinero era "chayoteando", es decir,  pedir dinero descaradamente a cambio de información amable. Obviamente rechacé sus aseveraciones con dureza, porque a pesar de ser poco dinero, nunca fui corrupto, hasta me dijo, "te voy a investigar" y le contesté: "hágalo".

De mi comienzo en el periodismo ya pasaron 18 años, y es increíble ver el camino recorrido, y puedo decir que de esta carrera se puede vivir bien, porque un salario pequeño con el tiempo lo puedes hacer más grande, pero debes tomar decisiones arriesgadas como cambiar de trabajo y nunca conformarte. Cuando sientas que estás excesivamente cómodo es hora de cambiar, de crecer, y en los momentos más oscuros siempre sale el sol. La incertidumbre que ahora tengo es natural, es humana, pero estoy seguro que la siguiente chamba será un mejor camino, no me cabe la menor duda.

Lo único que lamento queridos lectores, es que todavía no he podido ser mentor de alguien en un medio, lo he sido como maestro y mis ex alumnos me lo han agradecido mucho, pero en los medios sólo me he encontrado jóvenes soberbios, groseros, egocentristas, nunca piden un consejo y es ridículo verlos con su pose de "soy más talentoso que tú", cuando en realidad su mediocridad la subrayan con su falta de ortografía o la clásica indisciplina de "ahí se va".

Iniciamos el año con este artículo en Septienretro y esperemos que todo siga siendo una hermosa aventura de la vida, con sus pros y sus contras.

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